Tom Wolfe, embutido en su traje blanco
y sus calcetines multicolor, es de esos personajes que no pasan desapercibidos.
Al menos, no cuando se prepara para ser, de vez en cuando, el foco de atención.
No cuando se disfraza de su propio personaje y se despoja de su mono de
trabajo, convirtiéndose en un tipo excéntrico, sórdido y de personalidad. Sin
embargo, el Wolfe periodista es un camaleón que se integra en su entorno y
contexto y pasa por allí como quien no quiere la cosa, como sus coetáneos
Hunter S. Thompson o Ryszard Kapuscinski. “Recuerdo
que evitaba ir a las manifestaciones cubanas en limusina para no parecer
demasiado capitalista. Pero mis colegas de Wall Street Journal no se cortaban y
siempre estaban rodeados de chicas en la piscina del Hilton”, dice. Una
frase que enmarca su modelo de trabajo: con los ojos bien abiertos, pinta de
despistado y preguntando aquí y allá, aunque reconozca que eso siempre le ha
incomodado.
Porque el americano, que se encamina ya
hacia los ochenta y tres años de edad, es un periodista clásico. Su noticia
está en la calle y no en ninguna nota de prensa del buzón de entrada de su
correo electrónico; sus personajes principales están en la calle, son de carne
y hueso, reales, y están esperando a que alguien cuente su historia sin
necesidad de inventarlos; su pluma, realista y ácida, se niega a someterse a la
hegemonía digital. Un asunto, el de las nuevas tecnologías, nada baladí para
quien ha estampado su firma en el New York Herald o The Washington Post durante
toda una vida. Por eso observa, con resignación, que las pantallas se hacen con
el papel poco a poco: ”Los diarios de
Estados Unidos son monopolios locales y tienen redacciones menguantes. Jeff
Bezos acaba de comprar el Washington Post y no parece un revolucionario. Pero
mi impresión es que tarde o temprano lo convertirá en su diario digital”.
Mientras tanto, Wolfe sobrevive. Lo consigue con novelas periódicas,
reportajes y ensayos que van engrandeciendo una obra magna, extensa e
influyente. Ahora contraataca con ‘Bloody Miami’, donde estudia la inmigración
cubana y su fuerza en la ciudad de Florida. Y no se queda ahí: ya anuncia que
su próximo libro será un reportaje sobre la historia de la teoría de la
evolución desde el siglo XIX hasta la actualidad. Que dure.
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