Decía Bernard
Sumner, guitarrista de Joy Division y vocalista –después– de New Order, que no
vio un árbol hasta que fue adolescente. Vivía en la Manchester industrial de
los ochenta, tan oscura como gris, tan decadente como profunda. Ese hecho
marcaría su vida y su carrera artística.
Paul Schrader
no vio una película hasta los dieciocho años. Y tal debió ser su fascinación
que, al poco tiempo, se matriculó en Film Studies en la universidad de
California – Los Ángeles (UCLA) y se convirtió en crítico de cine en varios
medios. Pronto traspasó su pluma de los medios al guión (‘The Yakuza’ o ‘Taxi
Driver’) y ahí se quedó, flirteando también con la dirección.
Años después, Schrader
ya no habla en los medios sobre películas sino que los medios hablan de él. Y
lo hacen en una era en la que la cultura atraviesa un momento de creatividad
enorme en un momento de crisis galopante. ¿El resultado? Los cines están
vacíos, no se paga por las películas e Internet ha arrasado con la industria.
Aunque, para él, los cines no dejan de ser un invento comercial que ha llegado
a su límite. “Ahora mismo, una pantalla
plana en casa puede ofrecer más calidad que muchos cines. Estás más comodo, el
sonido es mejor, la imagen más nítida, más barato…”.
Dentro de esa
visión negativa, sin embargo, Schrader bromea con un futuro dominado por
máquinas y la posición del cine dentro de la cultura. Quizá por eso ahora viene
promocionando ‘The Canyons’, una metáfora de hundimiento del propio cine… desde
dentro. No sólo lo atiza, sino que lo hace sumándose al crowdfunding como
método de financiación y obviando el arquetipo clásico de la industria. Ya
saben, sólo está tranquilo el que está seguro de sí mismo.
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